En los Pirineos aragoneses, entre montañas nevadas y densos bosques, se encuentra el humilde pueblo de Sabiñánigo. Su gente es feliz y vivaz, con alma salvaje y deseosa de escalar las altas cumbres que les rodean.
En el centro del pueblo, una estatua de piedra se alza con grandeza. las alas de un quebrantahuesos petrificado dan sombra a las pequeñas casas del poblado. Y esa estatua, cuando cae la noche, vuelve a la vida bajo la luz de a luna. las plumas recuperan su color, las garras vuelven afiladas y fieras y los ojos se abren, brillando en la penumbra.
Con un movimiento elegante, la gigantesca ave se eleva hacia el cielo estrellado para observar con orgullo su extenso reino. La poderosa criatura vigila que los árboles sigan sanos, que las montañas estén fuertes, que los conejos duerman en sus madrigueras… Él es le guardián que cuida los imponentes riscos de los Pirineos.
Cuando las primeras luces del alba se asoman por el horizonte, el quebrantahuesos se ve obligado a regresar a su pueblo.
-Definitivamente, nunca habrá una estatua mejor a la nuestra-dice el vendedor del Mercadona.
-¡Es como si estuviera viva!-exclama una señora que bajaba por la calle.
-Me pregunto quién la esculpiría. Fuera quién fuera tiene verdadero talento- admiraba el camarero de un bar.
-Es nuestro guardián, como si protegiera las montañas- dice. una niña que va de la mano con su madre.
